Según las estadísticas más recientes de la Oficina del Censo, hay hasta 350 idiomas que se hablan en los hogares de los EE.UU. Los datos más recientes también indican que la prevalencia creciente del trastorno del espectro autista (TEA) es evidente en familias de todas las razas, etnias y nivel socioeconómico, incluidas familias de antecedentes lingüísticamente diversos.
Como indiqué en una publicación anterior de este blog, las investigaciones dentro del análisis de conducta muestran que el enlace que los padres hacen cuando hablan con sus hijos no tiene precio. Si los padres se limitan a hablar un idioma que no dominan, la riqueza de las interacciones que tienen con sus hijos se pierde fácilmente. A pesar de los muchos beneficios documentados de criar a un niño bilingüe, los padres de niños con TEA a menudo se enfrentan a la difícil decisión de si deben hablar con su hijo en su lengua materna. Es una pregunta que yo escucho con demasiada frecuencia: “¿Debo hablar con él/ella en mi idioma materno?” o “Escuché que podría confundirlo/a y empeorar su retraso de idioma si hablamos más de un idioma.”
Es razonable que los padres hagan tales preguntas a los profesionales dado que una de las características central del TEA es la dificultad o las demoras en el lenguaje y la comunicación social. Pero cuando surgen estas preguntas, los profesionales deben presentar solo los hechos: hasta la fecha, no hay evidencia documentada que respalde la creencia de que los padres deben hablar en un solo idioma a sus hijos. Desafortunadamente, hay algunos profesionales que hacen la recomendación de hablar solo en inglés si la familia vive en los EE.UU., a pesar de la falta de una base científica para hacerlo. Esta recomendación, basada en evidencia anecdótica o simplemente en una corazonada, tendrá un impacto duradero en la dinámica familiar.
Podemos y Debemos Hacerlo Mejor
Varias investigaciones recientes han demostrado diferentes potenciales que pueden estar presentes en niños bilingües con TEA cuando se los compara con sus compañeros monolingües. Los resultados son abrumadoramente positivos. Uno de estos estudios informó que los niños con TEA que crecieron en un hogar bilingüe no demostraron retrasos adicionales en el lenguaje en comparación a sus compañeros monolingües. Otras informaciones no muestran diferencias significativas en el lenguaje expresivo o receptivo entre niños bilingües y monolingües con TEA. De hecho, un estudio reportó más vocalización y uso de gestos por parte de niños bilingües con TEA en comparación con un grupo de compañeros monolingües. Un estudio más reciente también mostró un mejor desempeño por parte de niños bilingües en edad escolar con TEA en una tarea que requirió que los participantes cambiaran rápidamente las tareas en una evaluación que se dio en computadora.
Los analistas de comportamiento también están liderando la investigación sobre este tema importante. Por ejemplo, una investigación que fue recientemente publicada nos enseñó que algunos niños muestran una clara preferencia por las instrucciones presentadas en el idioma del hogar cuando las tareas se vuelven cada vez más difíciles. De manera similar, dos estudios independientes mostraron niveles más altos de comportamiento desafiante que interfería con el aprendizaje cuando las instrucciones se presentaban en inglés, y tasas más altas de respuestas precisas cuando las instrucciones se presentaban en el idioma del hogar.
Un comentario publicado recientemente ofrece tres sugerencias útiles para los profesionales que trabajan con niños con TEA que viven en un hogar multilingüe. En primer lugar, los profesionales deben hacer preguntas a los padres sobre el uso del idioma en cada familia. Es decir, no haga suposiciones. Cada familia tendrá preferencias y necesidades individuales y preguntarles sobre estas preferencias es una excelente manera de comenzar a establecer una relación con ambos. En segundo lugar, aborde directamente el potencial que los padres tienen miedo hablarles a sus hijos en dos idiomas. He conocido a familias que eligen hablar solo en inglés a sus hijos. Esta elección debe ser respetada. Por otro lado, si una familia indica que les gustaría que su hijo aprenda su idioma materno, la familia debería sentirse respaldada por el profesional. Si usted es un profesional monolingüe aún puede brindar apoyo a los padres bilingües creando materiales para que los utilicen con sus hijos, tanto en inglés como en el idioma del hogar. Los profesionales también pueden usar el traductor de Google en un apuro para comunicar las necesidades inmediatas con los miembros de la familia (¡aunque no estoy recomendado su uso para reemplazar a un intérprete o, mejor aún, a un terapeuta bilingüe!).
¿Cuál es el Próximo Paso?
Al igual que con muchas otras áreas de investigación del autismo, necesitamos más datos. Sin embargo, la evidencia disponible hasta ahora sugiere fuertemente que la recomendación de que las familias hablen solo en un idioma a sus hijos con TEA está equivocada. Si existe la preocupación de que el niño se “pierda en la traducción”, se puede enseñar a los padres a usar un lenguaje al nivel actual de su hijo (por ejemplo, repetir palabras sueltas, usar solo frases de dos palabras o usar oraciones completas). Pedirles a los padres que hablen con sus hijos en un idioma en el que no se sienten cómodos pone a las familias en desventaja. Limita su comunicación y tiene el potencial de limitar la experiencia social, cultural y emocional entre el niño y el padre. Dados estos riesgos, la falta de apoyo científico para tal sugerencia, y los hallazgos recientes que demuestran el apoyo para el uso de un idioma nativo, no parece haber ninguna razón para sugerir que los padres proporcionen un entorno monolingüe para sus hijos con TEA.
Como analistas de comportamiento, confiamos en la ciencia para proporcionar una idea de las relaciones que buscamos entender. Usamos prácticas basadas en evidencia para satisfacer las necesidades de las poblaciones a las que servimos. Y ahora, estamos trabajando para aumentar la comprensión cultural y la diversidad de nuestro campo a fin de adaptar nuestras prácticas para que podamos satisfacer mejor las necesidades de una población cada vez más diversa en los EE.UU.